LOS JÓVENES Y DIOS

Acuérdate, de tu Creador en los días de tu juventud,
Antes que vengan los días malos, Y se acerquen los años en que digas:
“No tengo en ellos felicidad.”

Acuérdate de tu Creador… No lo olvides, no lo ignores, no le des las espaldas, sino tenlo bien presente en todo lo que hagas y emprendas.

No lo consideres como un desconocido, un antagonista o un adversario; sino dale la bienvenida como al mejor amigo que hará que tus aspiraciones personales tengan éxito pleno. Dale el primer lugar en tu vida. Consúltalo y pídele su guía en todas tus decisiones. Eso es lo que implica esta exhortación.
La exhortación del sabio de la antiguedad es una que todo joven haría muy bien en tener muy en cuenta para su vida. Es el secreto que lleva a una vida de verdadera felicidad y prosperidad creciente. Tener a Dios en cuenta es importante en todas las etapas de nuestra vida, pero es críticamente decisivo en la juventud. ¿Cuáles son la razones?

Primero, es importante acordarnos de Dios cuando somos jóvenes, porque la juventud es la época de las grandes decisiones. La vida es un viaje de descubrimiento de mi persona, de mis habilidades, de mi misión personal, etc. Yo no soy un accidente biológico, sino un ser creado a la imagen de Dios con un potencial inmenso para hacer el bien. Yo no he venido a la vida por casualidad, sino porque Dios tiene un propósito específico para mí. El quiere que descubra su voluntad para mi vida, y al hacerlo, trabajando juntos encontraré la clave de una vida abundante. Pero, para descubrir su voluntad yo debo hacer decisiones. La primera decisión es establecer que lugar ocupará Dios en mi existencia. De esto dependerá el éxito en todo lo demás. La segunda es, a que me voy a dedicar de modo que cuando llegue al final del camino tenga un adecuado sentir de realización. Y luego, con quien voy a compartir mi vida. Errar en una de estas tres decisiones vitales, es buscar que mi viaje termine perdido en el desierto de la vaguedad, la inutilidad y la frustración.

Segundo, acordarnos de Dios cuando somos jóvenes es críticamente importante, porque la vida es muy incierta. Todos hacemos planes maravillosos pensando que el futuro será igual al día de hoy, sin embargo, no pasa mucho tiempo hasta que lleguen los contratiempos y las adversidades. Hoy emprendemos la ruta hacia nuestras metas llenos de optimismo, salud y energía; y de golpe aparecen enfermedades, pérdidas y tragedias familiares que detienen nuestro avance. Nos proponemos metas elevadas, y de la nada aparecen adversarios poderosos a cerrarnos el paso y a frustrar nuestros planes. Para hacer las cosas aun más difíciles, nosotros mismos cometemos errores que destruyen nuestras mejores intenciones. Si vamos a triunfar en la vida, necesitamos viento a favor; y eso es lo que Dios está dispuesto a darnos si le damos a El el primer lugar en todo. Nadie está más interesado en nuestro éxito que Dios mismo. El desea bendecirnos en todo, pero nosotros debemos pedir su ayuda con sinceridad y debemos vivir vidas dignas que le permitan ayudarnos.

Tercero, al sabio nos exhorta a acordarnos de Dios en los días de nuestra juventud, porque la vida vuela demasiado rápido. Los días, meses y años pasan a una velocidad enloquecedora. No importa que edad tengamos hoy, todos damos testimonio que la vida es muy breve y que el tiempo se nos escurre como agua de entre las manos. El vigor de la juventud, pronto da paso a la calma de la edad media y luego comienza la pendiente irreversible de la vejez. Los años de la juventud cuando todo estaba por hacerse, dan lugar a lo que ya fue. Cuando somos jóvenes y vemos ancianos encorvados, caminando con un bastón y los abellos blancos, pensamos que eso está demasiado lejos para nosotros. No obstante, cuando menos lo pensamos los años de la vejez nos han atrapado. Entonces, el sabio nos recuerda que llegarán los años cuando ya no conoceremos la felicidad de la juventud porque esta se esfuma frente a los achaques y enfermedades. Ante esta realidad, el sabio de la Biblia, nos invita a darle el primer lugar a Dios antes que lleguen esos años. Tristemente muchas personas se acuerdan de Dios en los días del ocaso cuando ya no hay mucho que se pueda hacer para remediar los errores cometidos. He conocido personas que llegan a Dios luego de cinco divorcios, de cumplir dos o tres sentencias, de haber desperdiciado sus mejores oportunidades sirviendo a las cosas que perecen. Ciertamente Dios es bueno y está dispuesto a recibirnos aun en el punto más bajo de nuestra vida y extendernos su perdón. Con todo, ¿por qué desperdiciar nuestro capital en la juventud, para luego tener que vivir con los lamentos inútiles de haber elegido francamente mal? ¿Por qué venir a Dios, cuando todo lo que nos queda son las ruinas despúes que pasó un huracán? Mejor hacerlo cuando somos jóvenes y podemos darle a El lo mejor que podemos ofrecer.

Cuarto, es vital acordarnos de Dios en los días de nuestra juventud, porque la vida es muy frágil. En junio del año 1988, la ceremonia de graduación de Northwest Bible College se haría en la iglesia en la cual servía como Pastor en la ciudad de Vancouver. El campus del colegio estaba a cinco minutos de nuestra iglesia y muchos de los estudiantes vivían allí. Eses sábado a la tarde, cinco jóvenes se vistieron con su mejores ropas y sus atuendos para participar en la ceremonia de graduación. Allí les esperaban todos sus familiares y amigos. Era el momento del reconocimiento del esfuerzo hecho y los logros alcanzados. Estos jóvenes se subieron a un Honda Civic y emprendieron el viaje hacia nuestra iglesia. Nada puede salir mal en un viaje de cinco minutos, ¿correcto? Sin embargo, al emprender la marcha, a las pocas cuadras el conductor del vehículo perdio el control, y fue a caer a un barranco que estaba al costado de la calle. Veinte metros más abajo, allí se fue a incrustar el auto contra un árbol. Cuando los bomberos y paramédicos, completaron la tarea de rescate, tres de estos jóvenes habían perdido la vida. El viaje de cinco minutos, en la noche de la graduación, fue el viaje del cual nunca hubo un más allá. ¡Que tremendo recordatorio que la vida no es nuestra, que es muy incierta, que pasa demasiado aprisa y que es muy frágil! Ciertamente, nadie ha firmado contrato con Dios que nos garantice llegar a los 80 años. Por tanto, es crucial acordarnos de Dios cuanto antes, en los días de nuestra juventud, ya que la vida humana es muy frágil y no nos pertenece.

“Más vale prevenir que curar”, afirma el dicho popular. Cuando el sabio de la Biblia nos exhorta a acordarnos de Dios en los días de nuestra juventud, esta buscando encaminarnos al bien supremo y en consecuencia evitarnos un millón de dolores y pesadillas que pueden destruir nuestra vida, y que más adelante serán imposible remediar. Puedo preguntarle entonces, ¿cómo está su relación con Dios? ¿Se ha acordado de El? ¿Le ha dado el primer lugar en su corazón? ¿Le ha pedido su ayuda, su guia y su bendición? Si lo hacemos, todo lo mejor de Dios será nuestro. Así viviremos vidas que valen la pena ser vividas. Elija hoy a Dios. Dios es la mejor alternativa porque es la única alternativa.

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