CÓMO TENER UNA CONCIENCIA TRANSPARENTE

“¿Podré algún día tener una conciencia en paz?”, la pregunta broto en medio de lágrimas amargas, que hacían más intenso el relato que el paciente estaba compartiendo. “Pastor, usted no conoce mi historia personal”, había comenzado… “A mi me tocó estar envuelto en los acontecimientos que giraron alrededor de la revolución de septiembre de 1973 en mi país. En ese entonces yo trabajaba para la policía, y era mi misión obtener información de las personas detenidas. Mi tarea era hacerlos “cantar”. En aquellos años estaba totalmente insensibilizado al dolor humano. Disfrutaba infligiéndoles sufrimiento indecible a las víctimas que caían en nuestras manos. No creo que haga falta que le cuente en detalle los horrores que hacíamos.”

“Luego dejamos el país, y cuando llegué a Canada decía que era ateo. Sin embargo, usted sabe, como a través del problema con mis hijos me vi forzado a buscar ayuda en algo superior. Y así llegué a la iglesia. Cuando escuche el Evangelio con la oferta de perdón y vida nueva en Jesucristo, finalmente, luego de todas mis dudas iniciales, acepté a Cristo en mi corazón. Y lógicamente, desde entonces las cosas han cambiado de manera notable en muchas áreas de mi vida. Pero, ahora siento que las acusaciones de mi conciencia se han hecho más punzantes. De noche tengo pesadillas. Recuerdo los gritos de horror de los torturados, y me reprocho como pude hacer lo que hice. ¿Será que Dios me ha perdonado? ¿Hay algo que pueda hacer para que la conciencia me deje tranquilo? ¿Podré algún día tener una conciencia en paz?”

¿Quien no ha experimentado los aguijones de una conciencia acusadora? Unos en grado menor o mayor, pero todos sin excepción hemos sido, o estamos siendo acusados por ella. Su caso personal tal ves no sea tan severo como el relato de más arriba, sin embargo, que nadie se escapa de sus estocadas, nadie se escapa. Y, paradójicamente, las buenas noticias son que si nuestra conciencia nos acusa es porque aun está viva; que nuestra alma aun tiene vida. Triste el caso de los individuos que ya no escuchan su clamor, porque de tanto rechazar sus dictados han logrado silenciarla de modo definitivo. Cuando nuestra conciencia nos acusa, está indicando que debemos hacer un cambio en el rumbo que estamos llevando. Ya que después de todo, que es la conciencia, sino el patrón de medida que Dios ha puesto en nuestra alma. Y que por lo tanto, nos indica cuan efectivamente nos estamos conformando a ese standard. En la medida que nos conformamos a la voluntad de Dios, nuestras vidas son llenas de paz y gozo; pero cuando violamos sus principios las acusaciones comienzan a sumarse y se hacen cada vez más hirientes.
¿Cómo podemos lograr tener una conciencia en paz? Ciertamente, nunca lo lograremos suprimiendo sus acusaciones, ignorando sus dictados, pasándoles a otros la culpa por nuestros errores, escapándonos de la realidad. Frente a Dios que nos dio la conciencia para que sea nuestra brújula en el viaje de la vida hay una única manera de lograr la paz mental y el gozo del espíritu, y es, confesando a Dios y pidiendo su perdón.

La Biblia nos recuerda: “El que oculta su pecado no prosperará, pero el que lo confiesa y se aparta, alcanzará misericordia” (Proverbios 28:12).
“Andar con un pecado sin confesar es como cargar una bala en el cuerpo”. Un balazo es un experiencia muy dolorosa. Cuando cada uno de nosotros pecamos nuestra alma, nuestras emociones, y todo nuestro cuerpo siente el impacto del error cometido. Dios activa nuestra conciencia para movernos al arrepentimiento, la confesión y el perdón. Por esta razón, el primer paso que debemos dar para tener una conciencia en paz es, no intentar ocultar nuestro pecado.
Podemos ocultar nuestro pecados a los ojos de todos los que nos conocen, inclusive de nuestro familiares mas cercanos, pero nunca podremos ocultarlos a los ojos de Dios. El juez del universo todo lo ve, no hay secretos para él. Todos nuestros secretos, nunca son secretos para él. Al intentar ocultarlos lo único que logramos es perder nuestro vigor físico, es perturbar nuestras emociones, desestabilizar nuestra mente.

El segundo paso para lograr una conciencia transparente, es confesar a Dios nuestro pecado. Confesar es admitir nuestro pecado y asumir la responsabilidad por nuestras malas decisiones. Es contarle a Dios todo lo que él ya sabe. Es estar de acuerdo con su palabra, y con su veredicto. Es reconocer nuestra necesidad de ser perdonados.
El tercer paso para lograr una conciencia trasparente, es apartarnos del mal. Esto es arrepentirse, dar media vuelta. No volver a hacer las cosas que un día nos destruyeron. Judas cuando comprendió el error monstruoso que había cometido al entregar a Jesucristo, sintió un gran remordimiento, pero nunca se arrepintió. Reconociendo su mal proceder fue y se ahorcó. Creyó que de esa manera solucionaba el problema, pero en realidad terminó de hundirse. En las cárceles hay muchos delincuentes en la actualidad que están tristes porque les fue mal, no porque hicieron mal. Están tristes porque la policía les atrapo, no porque violaron una ley. El verdadero arrepentimiento significa devolver el millón de dolares que robé, no solo pedir perdón al juez. O sentir remordimiento por haber hecho algo indebido.

¿Cuál es la promesa de parte de Dios, para aquellos que no ocultan su pecado; sino que lo confiesan y se apartan? La respuesta es: “alcanzará misericordia”. Dios sabe todo de nuestra vida, conoce cada uno de nuestro pecados, lo tiene todo registrado. Sin embargo, cuando con un espíritu contrito y humillado pedimos su perdón, recibimos misericordia. Al igual que un padre que se compadece de sus hijos, cuando cada uno de nosotros pedimos perdón, de manera inmediata nos extiende sus brazos y perdona nuestros pecados. Dios es todo amor. Dios es pura misericordia. Sin embargo, nunca debemos olvidar que tal misericordia es gratuita para nosotros, pero ha sido muy costosa para Dios. Para que el pudiese perdonar nuestros errores, yerros y pecados; Cristo tuvo que pagar con su vida. Para que nosotros pudiésemos ser declarados libres alguien tuvo que gustar la sentencia de muerte. El perdón es no tiene costo para nosotros, pero ha sido infinitamente costoso para Dios.

¿Si confesamos nuestro pecados, Dios los perdona todos? ¡Absolutamente! El no perdona los más chiquitos, o algunos más serios. No, él perdona todos. Sin excepción. La Biblia dice: “La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado”. No de algunos solamente. Y cuando Dios perdona, Dios olvida. Nos da un libro con hojas todas en blanco para volver a comenzar a escribir nuestra nueva vida.

Una vez más, la promesa de la Biblia es: “Si confesamos nuestros pecados, Jesucristo es fiel y justo para perdonar nuestro pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9).
En aquella tarde, estas fueron las verdades de la Biblia que compartí con aquel caballero atribulado por el peso de su pasado; acusado por los dardos de la conciencia. Esta verdades fueron como los rayos del sol que poco a poco fueron disipando la niebla de la duda y el tormento. Hoy en día, es una persona radiante. Nadie mirando desde afuera podría imaginar el trasfondo oscuro que tuvo. Este hombre hizo la decisión correcta: confesó y pidió perdón al único Salvador del mundo: Cristo Jesús. Y hoy vive con su conciencia en paz.
¿Y usted? ¿Tiene una conciencia en paz? ¿Sabe donde hallar el único remedio eficaz para calmar las acusaciones? Pida perdón a Jesucristo y en su vida serán una realidad viviente la paz de conciencia y el gozo del perdón y la aceptación total de Dios.

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