© 2025 Dr. Jorge Oscar Sánchez | Instituto de Liderazgo Cristiano
Frank Morrison era un brillante abogado británico. Durante años trabajó de fiscal, y como parte de su profesión desarrolló una tremenda capacidad para resolver casos de delitos imposibles. Mediante el análisis cuidadoso, lógico y racional de las pruebas que tenía, pudo llevar a la justicia a muchos que hasta allí la habían evadido. Cuando joven, sin embargo, abrazó el ateísmo como filosofía fundamental para su vida. Cierto día se dijo a si mismo: “Voy a acabar para siempre con el mito del cristianismo. Voy a analizar las evidencias de la resurrección de Cristo y demostraré que es todo una gran estafa”. Armado de este pensamiento, consiguió una Biblia y comenzó a estudiar el tema. Cuál no sería su sorpresa, cuando luego de estudiar los relatos de la resurrección de Cristo con su mente analítica de abogado, no sólo llegó a la convicción que Cristo verdaderamente se había levantado de entre los muertos, sino que mucho más importante aún, abandonando su ateísmo militante abrazó la fe cristiana declarando y confesando a Jesucristo como su Señor y Salvador personal.
¿Cómo se explica semejante cambio y una transformación tan profunda? Morrison tuvo que rendirse ante cinco de las evidencias que ofrecemos a continuación. ¿Cómo podemos estar seguros que Cristo se levantó vivo de entre los muertos?
Primero: los soldados romanos huyeron despavoridos.
Cuando Cristo murió ninguno de sus discípulos pensó que volvería a vivir. Los únicos que creyeron que podría hacer un truco de magia fueron justamente los que tramaron su muerte. Conocedores de todo lo que Jesús había dicho, le pidieron a Pilato, el gobernador romano, que pusiera una guardia frente a la tumba, a fin de eliminar la posibilidad de que alguien quisiera robar el cuerpo del profeta. dieciséis soldados que formaban parte del “Swat Team” fueron apostados frente a la tumba para custodiarla. Si un soldado romano abandonaba su puesto de lucha era condenado a muerte.
Cuando las mujeres llegaron el domingo a la mañana al sepulcro, los soldados romanos se habían esfumado. ¿Qué hizo que estos guerreros fieros y aguerridos, a riesgo de ser ejecutados, salieran disparando del lugar del deber como si fueran niños de un jardín de infantes? ¡El poder de Dios, cuando Cristo volvió a vivir! Ningún combate los había preparado para esto. Al hallarse cara a cara con el mundo invisible y el poder infinito de Dios, corrieron buscando protección. Primera evidencia de la resurrección de Jesús: los soldados huyeron despavoridos.
Segundo: la piedra había “volado”.
El viernes al atardecer, un grupo de hombres fuertes movieron una piedra enorme para cerrar el sepulcro. A esa piedra le pusieron el sello del gobernador romano. Querer moverla, quebrando ese sello era buscarse un castigo con todo el peso de la justicia romana. El domingo a la mañana, cuando las mujeres marchaban hacia la tumba de Jesús, su gran preocupación era: “¿Quién nos ayudará a mover la piedra?” Con todo, cuando llegaron al sepulcro, no solo la entrada estaba libre, sino que la piedra estaba totalmente fuera de lugar. Era como si un gigante la hubiera levantado con sus brazos omnipotentes y en un despliegue de fuerza infinita la había arrojado a un lado como si fuese un mero granito de arena.
Muchas veces he visto representaciones teatrales de la vida de Jesús. Y cuando llegan a la tumba, siempre la piedra que colocan es una perfectamente redonda, como si fuera una gran moneda… La piedra que colocaron frente a la tumba de Jesús no era una piedrita redonda que un ser humano podría moverla haciendo fuerza con una palanca. Más bien era un piedrón inmenso imposible de mover para un grupo de mujeres. ¿Quién entonces, arrojó la piedra a varios metros de la puerta del sepulcro? No los soldados romanos, no los judíos, no los discípulos… entonces, ¿quién arrojó la piedra? La única respuesta posible… el poder del Dios infinito que formó el universo con sus manos. Jesús, se levantaba de la tumba y ningún poder físico podría impedir que volviera a la vida. ¿Qué obstáculo puede ser una tosca piedra para quien formó las galaxias?
Tercero: La tumba estaba vacía…
Cuando Jesús fue puesto en esa tumba estaba completamente muerto. Lo sabían muy bien los judíos que habían urdido su muerte; los soldados que habían supervisado el entierro y los discípulos que habían embalsamado el cuerpo de Jesús. En Cristo no quedó ni un signo vital cuando lo pusieron sobre esa piedra helada, dentro del sepulcro. ¡Pero el domingo a la mañana la tumba estaba vacía!!! ¿Qué pasó con el cuerpo de Jesús? ¿Dónde estaba su cuerpo, ahora? ¿Será que alguien se animó a robarlo? Con la piedra cerrando la puerta y los soldados esperando para ejecutar al que sea… ¡Muy difícil! La tumba estaba vacía porque Jesús salió caminando de ella, arrasando a todos los poderes enemigos que se le oponían, ya sean de orden físico o espiritual. Nada podía frenar el plan de la redención de Dios. ¡Jesús se levantó de entre los muertos por el poder de Dios, para cumplir todas las promesas que había hecho en vida a todos quienes confían en él!!!
Cuarto: Los lienzos estaban intactos…
Digamos que usted tiene interés en robar un cuerpo del cementerio. ¿Llegaría hasta la tumba, le quitaría las ropas al cadáver y luego volvería a poner juntas las ropas del difunto como si este se hubiese desvanecido? ¡No! Su alguien roba un cuerpo, en la premura se lo lleva tal cual está. Nada de desnudarlo primero… y rearmar las ropas después.
Jesús, el viernes a la noche fue momificado según las costumbres de la época. Su cuerpo fue envuelto con lienzos que contenían sustancias para que su cuerpo no se descompusiera tan rápido. Este proceso fue hecho en dos partes: con ciertos vendajes se envolvió su cabeza; y con otros su cuerpo. Cuando Jesús fue puesto en la sepultura, de su cuerpo sólo se podía ver el cuello y parte del rostro. El resto estaba cubierto por la mortaja. El domingo, cuando el apóstol Juan entró al sepulcro, vio los lienzos de la cabeza y el cuerpo separados, como si Jesús se hubiese desvanecido. Al ver esta evidencia, dice el relato bíblico: “vio y creyó.” La evidencia era incontrovertible. La fe era la única alternativa y respuesta lógica. Todas las otras posibilidades eran indignas de su ser humano racional e inteligente. Cuarta evidencia imposible de suprimir: los lienzos estaban enrollados aparte. ¡Jesús se había levantado a una nueva dimensión de vida! ¡Atrás quedaban la muerte y el diablo completamente derrotados para siempre!
La quinta evidencia, es que Jesús fue visto.
No por una o dos personas, sino por varios centenares de discípulos en diferentes ocasiones durante un período de cuarenta días. El domingo de la resurrección al anochecer, leemos que los discípulos estaban encerrados en un recinto por temor a los líderes judíos. Pensaron que estos criminales inescrupulosos habiendo asesinado al líder del movimiento, ahora vendrían por sus seguidores. Ninguno de ellos, esperaba que Cristo volviera a vivir. Inclusive cuando se corrió la noticia que Jesús estaba vivo, rehusaron creer.
Esa misma noche, no obstante, para sorpresa completa de ellos, Jesús traspasó las paredes y sin abrir la puerta de entrada del aposento se presentó vivo ante ellos. ¡Pequeño susto tuvieron aquellos hombres! No podían creer lo que veían. Pensaron que era un fantasma. Sin embargo, con toda mansedumbre les mostró las heridas en sus manos. Luego les pidió de comer, y comió ante ellos un pescado asado. Aquel grupo de hombres atemorizados al ver lo sucedido fueron transformados en forma dramática. Desde ese día salieron a predicar por todo el mundo que Cristo se había levantado de los muertos. Y gracias a su testimonio, hoy en día podemos celebrar que Cristo vive para siempre y que tiene poder para conquistar la muerte y el sepulcro.
Hay muchas más evidencias que demuestran conclusivamente que Cristo es el Mesías de Dios que resucitó de entre los muertos.
Frank Morrison tuvo que aceptar que la piedra frente al sepulcro fue movida por Dios. ¿Y usted? ¿Que dice de Jesús? Al ver las evidencias irrefutables de su resurrección, ¿le ha declarado su Señor y Salvador personal? Cuando lo haga, para usted será la promesa de Cristo: “Esta es la voluntad de mi Padre que me envió: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tiene Vida Eterna, y Yo le resucitaré en el día final.” Demos gracias que, porque Cristo resucitó de entre los muertos, hoy tenemos una esperanza firme a la hora de la muerte. Cristo la venció por nosotros y benditos son todos quienes creen en su persona y en su obra completa. Dios le bendiga.
Charles Colson fue un brillante abogado. Tal es así que, sus conocimientos y notables capacidades lo llevaron a la Casa Blanca para ser uno de cinco asesores legales para el presidente Richard M. Nixon. Sin embargo, nunca imaginó que su notable carrera lo terminaría llevando a una prisión.
Luego del primer término en el poder para Nixon, llegaron las elecciones presidenciales de 1972. Desde la Casa Blanca se ordenó espiar en forma ilegal el cuartel general de los Demócratas. Pero con tan mala suerte, que los delincuentes fueron apresados. Cuando se inició la investigación del caso, se descubrió que los tentáculos del pulpo llegaban hasta el sillón presidencial. Fue el escándalo político más grande en la historia de la política norteamericana. El escándalo de Watergate. A pesar de todos los intentos para no hacerlo, el presidente Nixon debió renunciar a su cargo. Fue el único en toda la historia de la nación que tuvo que sufrir semejante humillación.
Charles Colson estaba bien enredado en el asunto, y como consecuencia tuvo que cumplir prisión por siete meses. Lo acusaron de obstruir a la justicia.
Cuando se cumplieron los diez años del escándalo de Watergate, los periodistas volvieron a acosarlo con la misma intensidad con que lo habían hecho en los días más oscuros del proceso. Le preguntaron a Colson: “¿Qué lecciones aprendió de Watergate?” Para sorpresa de todos, Colson respondió: “Que Jesucristo resucitó de los muertos”. Los periodistas no sabían si Colson se estaba riendo de ellos, o si había perdido un tornillo. “¿Qué quiere decir?”, insistieron. “Muy simple”, respondió Colson: “Cuando las cosas se pusieron difíciles para nosotros (Nixon y los cinco asesores legales), y James Dean (uno de los cinco) se vio acorralado y frente a la posibilidad real de terminar en prisión, fue que entonces “cantó” todo lo que sabía, a cambio de que no lo sentenciaran. Al hacerlo, traicionó a todos y les abrió la puerta a los fiscales para llegar con la investigación hasta las últimas consecuencias. Eso me dejó la lección, que nadie está dispuesto a ir a prisión y mucho menos a la muerte, por una mentira.”
Colson continuó diciendo: “Como ustedes saben, cuando Jesucristo murió, sus apóstoles le abandonaron. Ante la posibilidad concreta de ir a la muerte, le dieron las espaldas a Cristo. La noche que Jesús resucitó estaban encerrados en un aposento, aterrados de que los líderes religiosos judíos los buscaran para asesinarlos también a ellos. Sin embargo, algo ocurrió que los transformó en forma completa. A los pocos días, estaban parados frente a toda la nación y a los líderes que habían ordenado la muerte de Jesús, declarando: ‘Jesucristo ha resucitado de los muertos’. Como consecuencia de esta proclamación fueron azotados, encarcelados y finalmente todos los apóstoles menos Juan, murieron como mártires por su fe. Esto me demuestra que Jesucristo con su resurrección los transformó por completo. Esos hombres jamás hubieran estado dispuestos a dar su vida por Cristo, sabiendo que era una mentira. Por el contrario, la valentía con que encararon el futuro, las persecuciones y la muerte, es prueba indubitable que Cristo volvió a la vida y este hecho les dio el poder para cambiar al mundo de sus días. Vuelvo a reiterar, nadie dará su vida para sostener una mentira. No ocurrió en Watergate, no ocurrió en los días de Jesús, no pasará nunca”.
La resurrección de Jesucristo es el hecho central de toda la historia humana. La Biblia presenta muchas pruebas indubitables de que Cristo volvió a vivir. Mucho más valioso aun, es el hecho de que la fe cristiana se apoya en el testimonio de personas que vieron a Jesús vivo. Y que a pesar de ser perseguidos hasta la muerte, a diferencia con los asesores de Nixon, se mantuvieron firmes hasta el final. Si en una corte de justicia, dos testigos coinciden en el relato, el acusado es muy difícil que se escape de la condena. En el caso de nuestro Señor, más de 500 personas le vieron resucitado. Tantos testigos que coinciden en el relato, nos da la confianza absoluta, que nuestra fe está fundada sobre una roca inconmovible. Verdaderamente el mensaje de los ángeles a las mujeres que fueron al sepulcro aun resuena victorioso: “¡Ha resucitado!”
La realidad de que Jesucristo se levantó de entre los muertos es vital para nosotros. Su resurrección demostró que verdaderamente Jesús, es Dios hecho hombre. Dice la Biblia: “Nuestro mensaje es acerca de Jesús, quien fue declarado Hijo de Dios, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4). Si Jesucristo, no fuese Dios, entonces el Evangelio sería un cuento de hadas, una mera fábula, sin ningún valor real para nadie. Si Cristo no se levantó de entre los muertos, sería uno más en la larga sucesión de pseudo profetas y charlatanes religiosos que han existido a lo largo de todos los siglos. Que hablan de cosas que ni saben, ni entienden y carecen de valor. Pero en el caso de Cristo, habiendo vencido al sepulcro, su palabra es la verdad final y absoluta. Sus promesas son las únicas dignas de nuestra fe, que podemos aceptar y creer con certeza absoluta. Su persona debe ser respetada, amada y adorada. Sus mandamientos deben ser obedecidos. Él es Dios, y por tanto, todo lo que nos enseña debe ser llevado al corazón, y vivido en forma diaria porque es para nuestro bien supremo.
Siendo que Cristo se levantó de entre los muertos, entonces, la muerte no es el final del camino. En el presente hay millares que afirman: “muerto el perro… se acabó la rabia”. Otros nos dicen que los humanos somos mera materia, apenas unos descendientes de los simios, sin ninguna dignidad y que el sepulcro es el fin de todo; y cuando morimos nos desvanecemos en una nada cósmica. La resurrección de Cristo echa al suelo todas estas fútiles creencias en la nada. Su victoria sobre la muerte nos abre las puertas a la esperanza cierta de la Vida Eterna. Si Cristo resucitó, entonces, todos los que confían en él, también van a resucitar como el resucitó. De la misma manera que Jesús recibió un nuevo cuerpo al volver a la vida, sus hijos también recibirán un nuevo cuerpo cuando se levanten de entre los muertos para vivir junto a él.
La resurrección de Jesucristo nos abre las puertas para una nueva vida transformada. Cuando Charles Colson llegó a ser consejero del Presidente de Estados Unidos, pensó que había llegado a la cima de la felicidad y los logros humanos. Sin embargo, cuando su mundo se derrumbó en los oscuros días de Watergate, el presidente de una compañía le compartió su fe en Cristo como el Salvador del mundo. Allí comprendió por primera vez, que su mundo era uno de puras fantasías. Pocas semanas antes de ir a la prisión, Colson hizo su declaración de fe personal en Cristo Jesús. Muchos dijeron que era una mera “agachada” para evitar una sentencia peor. Sin embargo, cuando Colson salió de la cárcel, comenzó un ministerio de alcance mundial a fin de ayudar y recuperar a los que han caído en el delito. Su vida tuvo un cambio profundo, transformador y eterno. Aunque tuvo ofertas millonarias para volver a la política, rehusó por completo, convencido que servir a Jesús es un llamado infinitamente superior al de servir al presidente del Estados Unidos, o cualquier otra causa humana.
Jesucristo afirmó: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán”. Colson oyó la voz de Dios y comenzó una nueva vida. ¿Y usted amigo lector? La resurrección de Cristo nos demuestra que Jesús es Dios; que vino a ofrecernos perdón de nuestros pecados y salvación del castigo de Dios; y que, si le recibimos en nuestra vida, nos resucitará de los muertos. Cristo ha resucitado, ¿Ha escuchado usted su voz? ¿Se ha acogido usted a sus beneficios? ¿Se ha reconciliado con el Dios vivo y verdadero? La resurrección de Jesús es la invitación a creer en Cristo en forma personal, a aceptarle como nuestro Señor y a vivir por siempre jamás bajo su bendición.” Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.” Es mi oración que la misma decisión que Charles Colson hizo en sus días sea su decisión en este día.
La suerte estaba echada para la aldea austríaca de Feldkirch. En cuestión de pocas horas el ejército de Napoleón Bonaparte iniciaría el ataque sobre ellos. Era la primavera del año 1813. Toda Europa había sido avasallada por las tropas del general francés. El ejército invasor ya estaba a diez kilómetros de la aldea y el ejército austríaco estaba demasiado lejos para poder llegar a auxiliarles. Esa noche, sin embargo, los habitantes del pueblo se congregaron en la iglesia a orar a Dios y suplicarle su ayuda. Era el sábado, víspera del domingo de resurrección. Los habitantes intercedieron toda la noche, y al amanecer, para celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte, ordenaron que comenzaran a sonar las campanas de la iglesia. Los soldados de Napoleón, sin recordar que era el domingo de resurrección, al escuchar el repiqueteo de las campanas, pensaron que el ejército austríaco había avanzado durante la noche y que había llegado a la aldea de Feldkirch y que ahora las campanas sonaban celebrando este hecho. El comandante francés ordenó la retirada inmediata. La aldea nunca fue invadida y sus habitantes salvaron sus vidas. El mensaje de las campanas había traído la paz a aquella aldea asediada.
De la misma manera que los habitantes de aquella vieja aldea estaban asediados por un ejército invasor; ustedes y yo vivimos en un mundo en guerra, asediados por tres enemigos invisibles pero muy reales y poderosos: la muerte, el pecado y el diablo. Enemigos formidables que, de mil maneras nos roban la paz interior, la felicidad personal, el propósito de vivir, el gozo de la vida humana. Sin embargo, en medio del asedio de este ejército invasor hay un mensaje que vale la pena escuchar. Es el mensaje que celebraron aquellas campanas austríacas: ¡Cristo ha resucitado de los muertos! Esta es una noticia digna de ser celebrada cada día. ¿Cuáles son las razones?
Primero, el hecho de que Cristo resucitó de entre los muertos, nos enseña que el enemigo de la muerte ha sido vencido y por lo tanto, hay esperanza. La muerte es nuestro enemigo número uno. Ella siempre gana sus batallas. Nadie se escapa de sus frías garras. Todos tenemos una cita con ella, y no podemos faltar. La muerte nos recuerda la Biblia, entró en el mundo por culpa del pecado, y como todos pecamos, la muerte ha pasado a todas las personas. La muerte es un enemigo que nos aterra porque no sabemos a dónde nos conduce. Nos atemoriza porque nuestra conciencia nos recuerda que morimos por estar fuera del camino de Dios. Nos recuerda que Dios castiga el pecado y el hecho que morimos es un recordatorio perpetuo que somos personas bajo sentencia.
No obstante, cuando Cristo murió por nuestros pecados en la cruz y cargó con nuestras culpas y castigo, y se levantó de entre los muertos, nos abrió la puerta a la resurrección de entre los muertos. Jesucristo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mi, no morirá eternamente”. Si, el sepulcro no es el fin del camino si confiamos en Jesús. La muerte será apenas un cambio en nuestra existencia. La muerte es un enemigo derrotado si tenemos fe en Cristo. Este un mensaje para hacer sonar las campanas.
Segundo, el hecho que Cristo resucitó de entre los muertos es digno de ser celebrado, porque significa perdón del pasado y un nuevo comienzo. Ese viernes cuando Cristo murió en la cruz, murió sólo. Todos sus discípulos le abandonaron, Pedro le negó tres veces, Judas lo traicionó. Ese viernes trágico, cuando Cristo murió, murieron también todas las esperanzas de los seguidores de Jesús. El miedo, la depresión, y la angustia, se apoderaron de sus almas. Con todo, cuando supieron que Cristo había resucitado y venía a buscarlos una vez más, entonces, los pecados y errores del pasado podían ser perdonados. Jesús les ofrecía una nueva oportunidad de reconciliarse con Dios. Si el pecado es el enemigo poderoso que le ha robado a usted la paz de conciencia, la esperanza frente al futuro le hace deprimir por las malas decisiones que hizo, permítame recordarle, que este Salvador vivo y poderoso viene a su encuentro para ofrecerle perdón y un nuevo comienzo. Si pide su perdón y ayuda en actitud de humildad y arrepentimiento, él le extenderá su mano salvadora. Le tratará con amor y misericordia, sanará sus heridas, y le hará una nueva persona por su poder infinito. Si usted ha arruinado su vida y está al borde del suicidio, vuelva a Jesús. Este Cristo resucitado le espera con brazos abiertos, perdonará todos sus pecados y le adoptará en su familia. Cuando Cristo resucitó murió el enemigo del pecado.
Tercero, el hecho de que Cristo resucitó de entre los muertos, significa que siempre está a nuestro lado para ayudarnos a vivir victoriosamente. Satanás y las huestes espirituales de maldad que buscan destruirnos de mil maneras son el tercer enemigo que, Cristo derrotó al volver a la vida en forma física. Muchas personas en la actualidad, intentando salir de sus problemas han buscado ayuda en la brujería y el ocultismo, con la consecuencia que hoy viven en celdas invisibles de maldad y sufrimientos indecibles, controlados por demonios. No obstante, el poder de los vicios, las cadenas de los hábitos destructivos, las adicciones que nos esclavizan pueden ser quebrados por el Cristo viviente. Mucho más aun, lo que no podemos lograr con nuestras fuerzas humanas él lo hace por nosotros, si confiamos en su poder milagroso. El poder de Cristo sobre la muerte es el recordatorio más elocuente que todas las maldiciones y engaños del enemigo pueden ser vencidos con la ayuda personal de Jesús. Antes de retirarse el cielo, desde donde volverá muy pronto, nos aseguró: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra… Y yo estoy con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo.”
Hace casi dos siglos la celebración de la resurrección de Cristo en una humilde aldea austríaca, salvó muchas vidas de la destrucción y una muerte segura. De la misma manera, en el día de hoy, el hecho que todavía podemos hacer sonar las campanas invitando a adorar, significa que la vida vale la pena ser vivida. Que el sepulcro, el pecado y el diablo han sido derrotados para siempre. Que Cristo tiene todo poder y nos ofrece su mensaje de perdón, salvación y adopción. Puedo preguntarte, entonces, ¿conoces a Jesús en forma personal? ¿Has aceptado su oferta de perdón? ¿Le has invitado a que entre a tu vida y sea tu Señor, Amigo y Pastor?
Si nunca lo has hecho te invito a elevar la siguiente oración: “Padre Celestial, te doy gracias porque me amas con amor infinito y eterno. Gracias por haber enviado a tu Hijo Jesús para morir en mi lugar y cargar mi culpa, pecado y dolor. Te doy gracias, porque se levantó victorioso de ente los muertos, y tiene poder para salvarme. Hoy creo en ti como mi Salvador personal. Te invito a que entres a mi corazón y seas de aquí en más el Señor de mi vida. Lo pido con fe en el nombre maravilloso de Cristo Jesús. Amén”
Si usted ha hecho esta oración en forma sincera, tenga fe que Cristo le ha oído y ha venido a su vida.
Cuando éramos niños, una de nuestras diversiones favoritas era juntarnos entre varios, e ir a golpear la puerta del frente de las casas vecinas. Los que participábamos tomábamos turnos: una casa cada uno. Golpeábamos la puerta y luego corríamos a escondernos para ver la cara de los que salían en respuesta al llamado. Muchas veces veíamos expresiones de confusión, otras veces de enojo, a veces una sonrisa, ya que el dueño se daba cuanta de nuestra picardía. ¡Que frustrante debe haber sido, salir porque se ha oído un llamado y luego no hay nadie en la puerta!
A la puerta de nuestra casa siempre hay un cúmulo de individuos que vienen a golpear. Vendedores que vienen ofreciéndonos ese producto que no podemos dejar de comprar, a menos que queramos perder lo más valioso de la existencia… Diferentes organizaciones solicitando nuestra contribución para una obra de caridad. Parejas invitándonos a las actividades de su grupo religioso. La lista es realmente interminable.
Lo sorprendente es que entre los que se acercan a llamar a nuestra puerta hay alguien que jamás pensaríamos que tendría interés en hacerlo. De acuerdo a las nociones populares él es tan infinitamente grande y majestuoso, que nunca podría acercarse, y mucho menos interesarse por personas como usted y como yo, manchados y cargados de errores. Sin embargo, Jesucristo, Dios hecho hombre nos dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo…si alguno oye mi voz, y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y el conmigo.” Cristo no solo se acerca porque tiene interés en nosotros, sino que también llama. Y muchas veces llama por largo tiempo me temo, sin que nosotros percibamos su llamado.
¿Cómo nos llama Dios? ¿Cómo podemos reconocer su voz entre tantas que apelan a nuestros sentidos? La mayoría de las veces nos llama por la palabra de un amigo que nos cuenta lo que Dios hizo en su vida, y como experimentó un cambio transformador desde que Cristo entró en su corazón. Nos dicen como la tristeza y la desesperación fueron reemplazados por la alegría y la esperanza. Como el vacío y la soledad tuvieron que dar paso al gozo y al amor. Otras veces Dios nos llama a través de la conciencia, ese testigo poderoso que siempre nos indica el camino a lo mejor para nuestra vida. La conciencia siempre nos recuerda en términos claros cual es la voluntad del Creador, y como hacer decisiones correctas en consecuencia. Otras veces lo hace a través del sufrimiento: “Dios nos susurra en la prosperidad, nos habla en la adversidad, nos llama a gritos en el dolor,” decía el escritor C.S. Lewis. A través de un matrimonio que se tornó agrio, de una carrera académica que acabó en la nada, de un negocio que terminó en bancarrota, de un cambio de país. Dios nos recuerda que sólo con su ayuda podemos vivir una vida completa, triunfando sobre los problemas. Dios también nos llama por medio de su mensaje, la Biblia. La Biblia es como la carta de un padre que ha viajado lejos, y le escribe a su familia para recordarles su amor inalterable y su anhelo constante para que alcancen el bien supremo. Al leer la Biblia, más que una letra impresa, percibimos una voz poderosa llamando a lo profundo de nuestra alma. En ella descubrimos como es Dios, su plan para nuestras vidas, su amor eterno, sus promesas asombrosas.
Pero sospecho, que la forma más común con que Dios nos llama es a través de su mensaje predicado. Cuantas veces al asistir a un culto, el mensaje proclamado fue como una espada que penetró en nuestra alma. Parecía como su alguien le hubiera “soplado” al predicador quienes éramos nosotros, y él, en consecuencia, preparó el mensaje especialmente para ponernos el dedo en la llaga de nuestra necesidad personal. Fue a través del mensaje que llegamos a conocer nuestra condición delante de Dios, como pecadores rebeldes y soberbios, que hemos quebrantado todos sus mandamientos y que no hemos vivido de acuerdo a su voluntad. Entendimos como el pecado nos separa de Dios en el tiempo y por la eternidad, y como nos priva de su vida abundante. Pero también oímos del amor infinito de Dios, que envió a su Hijo bendito para que, tomando nuestra naturaleza humana, pudiera morir en nuestro lugar, pagando nuestra deuda, y cargando nuestra culpa.
Supimos que su oferta es absolutamente gratuita para todo aquel que cree en él y está dispuesto a recibirle en su vida. Y a diferencia con cualquier juego de niños, o de un vendedor que golpea nuestra puerta impulsado solo por motivos egoístas; Cristo, por el contrario, cuando llama lo hace buscando nuestra felicidad suprema y completa, ya que todos sus propósitos son excelentes y nobles. Inclusive, no me extrañaría en lo más mínimo, que en este mismo instante Jesús esté llamando a la puerta de su vida y su corazón, ya que él llama siempre, insistentemente. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo.” Esa es la parte de Cristo.
¿Cuál debe ser nuestra parte? Jesús dice: “Si alguno oye mi voz y abre la puerta…” ¿Cómo puedo abrir la puerta a este huésped divino? ¿Cómo le puedo recibir en mi vida? Abrir la puerta demanda una decisión personal. Recibirle es un acto voluntario ya que Cristo nunca forzará la puerta de nuestro corazón. Nosotros debemos abrir. ¿Ha oído Ud. la voz de Dios? ¿Ha percibido su llamado? Si usted ha oído la voz de Dios llamándole y está decidido a invitar a Cristo a su vida solo necesita una sencilla oración de fe, de modo que esta sea su invitación personal. Dios siempre escucha nuestra plegaria, ya que siempre está a nuestro lado esperando que le abramos. Si Dios le ha estado llamando desde hace tiempo, y usted está dispuesto a abrir la puerta, puede hacer la siguiente oración:
Bendito Señor Jesús: Te doy gracias por llamar a la puerta de mi vida. Reconozco que por años viví dándote las espaldas, sin hacer tu voluntad. Comprendo que mis pecados me separaron de ti y que he sido rebelde a tu llamado. Pero hoy me arrepiento, pido tu perdón y que me limpies de toda maldad. Te invito a que entres en mi vida, mi alma y todo mi ser. Te recibo como mi Señor y Salvador personal. Te doy gracias por amarme eternamente y adoptarme como tu hijo. Te pido que me des la fuerza para seguirte y servirte todos los días que me des. Lo pido en el nombre de Cristo Jesús.
Si Ud. hizo esta oración sinceramente, de todo corazón, tenga plena certeza que Cristo le ha oído. Y de acuerdo a lo que él promete ha entrado en su corazón. Y cuando él entra lo hace una vez y para siempre, nunca más vuelve a salir. Dice la Biblia: “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre les dio el derecho de ser hechos hijos de Dios.” Cuando Cristo es invitado a nuestra vida, él a su vez nos adopta como sus hijos. Desde ahora y por toda la eternidad.
Además, también promete: “Y cenaré con él y el conmigo.” Una cena siempre es símbolo de amistad y compañerismo. Cuando Cristo es invitado a entrar, él anhela desarrollar una amistad creciente y dinámica con cada uno de nosotros, de tal manera que su gozo, amor, propósito, fe, y bondad llenen todos nuestros días. Él nos ayudará en nuestras decisiones, nos sostendrá en las dificultades, nos hará sentir su amor y su presencia. Pero, sobre todo, nos capacitará para enfrentar la eternidad.
Si, recibir a Cristo en nuestra vida es la decisión más importante que debemos hacer. Afecta toda nuestra vida y determinará nuestro destino en la eternidad. ¿Ha recibido a Cristo en su vida y su corazón? Si no lo ha hecho todavía, en este momento le invito a responder a su llamado. A responder en fe a su promesa de bendición, tomando la iniciativa de abrir la puerta de nuestra vida y nuestro hogar.
Si, Jesús llama. Llama muchas veces y de diversas maneras. Él está llamándole en este mismo momento. Pero no llama para siempre. Cuando uno llega a una casa y golpea a la puerta y nadie responde, seguimos nuestro camino. Con Jesús es exactamente igual. Por estas razones, le invito en este momento a recibir a Cristo en su vida y su corazón. Podemos tener plena certeza que la promesa de Jesús se cumplirá de manera segura y creciente a partir de este instante. Que Dios le bendiga al recibir a Cristo en su corazón.
© 2025 Dr. Jorge Oscar Sánchez | Instituto de Liderazgo Cristiano