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Dr. Jorge Oscar Sánchez
Con un fuerza mayor que la de 1.600 bombas atómicas, como la que fue arrojada en la ciudad de Hiroshima, al final de la segunda guerra mundial, el volcán Santa Helena explotó a las 8:32AM del día 18 de mayo de 1980. Su estallido arrasó con millares de árboles, casas, puentes y carreteras causando una pérdida económica de más 3 billones de dólares en la moneda actual. Con todo, si las pérdidas económicas fueron cuantiosas, mucho más lamentable fue la pérdida de vidas humanas. 57 personas fueron matadas por la fuerza de la explosión o porque fueron sepultadas vivas por la avalancha de lava y barro que inundó las laderas del volcán.
Lo patético y triste es que estas vidas se perdieron en vano. Comenzando en el mes de marzo de ese año, el volcán varias veces, mediante erupciones menores, avisó que el gran estallido estaba por llegar. ¿Cuándo tendría lugar? ¡Imposible predecirlo! Por tanto, los geólogos de la universidad de Washington advirtieron a la población que vivía en las laderas de la montaña que debían evacuar la zona como precaución. La erupción mayor sucedería en cualquier momento y una vez que sucediera, ya sería demasiado tarde. No habría tiempo para escapar, nadie se salvaría. Sin embargo, muy pocos escucharon la advertencia. Los dueños de los aserraderos consideraron que sufrían demasiadas pérdidas financieras esperando. Lo mismo dijeron los dueños de hoteles y restaurantes. Los que habían vivido por décadas allí, rehusaron dejar sus casas pensando, que si nunca había ocurrido antes, tampoco ocurriría ahora. Muchas personas que no vivían en la área llegaron para observar el fenómeno pensando que sería como ver fuegos artificiales. Pero cuando la erupción ocurrió, lamentablemente todo lo predicho se cumplió al pie de la letra y ya fue demasiado tarde para quienes rehusaron oir. 57 personas murieron en vano.
De la misma manera que en la historia del estallido del volcán Santa Helena, los humanos estamos esperando un evento de proporciones cataclísmicas que terminará para siempre con la nuestra historia tal como la conocemos. Ese evento será la segunda venida de Jesucristo en gloria. Jesús, el hijo de Dios, invadió nuestro mundo cuando nació en Belén en la primera navidad, hace dos mil años. Esa fue su primera venida. El llegó para ser el Salvador de nuestros pecados, ofrecernos la vida eterna y la entrada al reino de Dios. Pero habiendo completado su obra de salvación, volvió a la gloria desde donde reina soberano sobre los eventos humanos. Sin embargo, antes de morir nos advirtió más de una vez, que de la misma manera que vino la primera vez, también volvería la segunda vez pero esta vez para establecer su reino de gloria. Repitió sus advertencias varias veces, de manera que todos nos puediéramos preparar en forma adecuada. Nos enseñó esta verdad inconmovible para que nadie tenga que perecer en vano como las 57 víctimas del volcán Santa Helena.
Jesucristo nos advirtió que su segunda venida, será el día de la gran sorpresa. Cristo comparó su aparición con la llegada de un ladrón en la noche: algo que tomaría a todos desprevenidos, ya que nadie lo estaría esperando. Noten bien, no dijo que la raza humana carecería de conocimiento o de suficientes advertencias, sino que al igual que los habitantes del Santa Helena, sabiendo de la certeza de su regreso sorpresivo, por diversas razones prefirieron ignorar las advertencias que se hicieron. Muchos serán tomados por sorpresa, no porque estén viviendo vidas malas, sino porque estarán demasiado ocupados honestamente con las cosas del diario vivir: como proveer para la familia, como avanzar en el trabajo, etc. Otros estarán muy ocupados en su diversiones, carreras vocacionales y sus deportes favoritos. Aun otros serán tomados por sorpresa, porque ante este hecho cierto, han adoptado un actitud de incredulidad, burla y desprecio. Lo cierto es que cuando Cristo regrese, será un día que tomará a la gran mayoría por sorpresa.
Jesús, nos advirtió además que su segunda venida, será el día de la gran separación. La venida de Cristo como Rey victorioso, hará una separación definitiva y eterna entre las personas, inclusive entre los miembros de una misma familia. Jesús, dijo: “ese día, estarán dos durmiendo en un cama, el uno será tomado y el otro dejado atrás”. ¡Más claro imposible! Jesucristo vino la primera vez a nuestro mundo para cargar nuestra culpa y castigo. El, por amor, murió en nuestro lugar, para que nosotros no tuviésemos que sufrir la ira de Dios. Por su misericordia nos ofrece salvación del castigo, del poder y de las consecuencias del pecado. Nosotros debemos recibir su Salvación eterna mediante un acto de fe en su persona y en sus promesas. Nuestra actitud hacia Jesús; hacia su persona, amor y obra, nos colocará de un lado o del otro, a la hora de su segunda venida. Ese día Jesús separará a cada persona de acuerdo a la elección que cada uno ha hecho en forma individual. Así, habrá esposos que serán separados; habrá padres que serán separados de sus hijos; hermanos de hermanos, familiares unos de otros, amigos unos de otros. Y será la hora de la separación eterna. Cada uno irá al lugar que eligió en esta vida. Definitivamente, la segunda venida de Cristo será el día de la gran separación.
Pero también la segunda venida de Cristo, será el día de la gran reunión. Este será el día que marque el triunfo del bien sobre el mal; de la justicia de Dios sobre la injusticia humana; del amor por sobre el pecado. Este día marcará la vindicación gloriosa de Jesús. En su primera venida los humanos lo brutalizamos y lo colgamos de una cruz. En su segunda venida, vendrá a poner a sus enemigos por estrado de sus pies. En su muerte nos burlamos de su debilidad, en este día regresará con gran poder y gran gloria demostrando quien es el gobernador del universo. Ese día será el día de mayor gozo para aquellos que le aman y le han hecho el Señor de sus vidas. Ese día será el momento de la gran reunión con nuestro Señor y Salvador. Que gozo indescriptible será verlo en persona; cara a cara. Conocer y no ser separados nunca más de aquel que dio su misma vida para rescatarnos de nuestra maldad y librarnos del castigo del pecado. Además, será el día de la gran reunión con todo nuestros seres amados que se nos adelantaron y hoy están en la gloria esperando el regreso de Cristo, para volver a reunirnos y no ser separados nunca más. Ciertamente la segunda venida de Cristo será un día que tomará a la inmensa mayoría de sorpresa; será el día de la gran separación cuando la raza humana será confinada a dos lugares de destino final y también será el día de la gran reunión de todos los hijos de Dios de todas las edades.
Hace un tiempo me preguntaba una dama: “Pastor, ¿por qué no ha regresado todavía Jesucristo?” La respuesta es muy simple. Abriendo mi Biblia le hice leer la afirmación que hace el Apóstol Pedro en su segunda epístola: “Amados, no ignoren esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” La única razón por al cual Jesucristo todavía no ha regresado por segunda vez, es porque le está ofreciendo a todos los humanos la posibilidad de ser salvos de la ira y el castigo de Dios sobre nuestos pecados. Si hoy estamos con vida es porque Jesús está extendiendo su misericordia a su vida para que podamos ser salvos de nuestra incredulidad, de cada una de nuestras injusticias y del peor pecado que hemos cometido, que es no amar a Dios por sobre todas las cosas.
Al igual que los habitantes de la ladera del Monte Santa Helena, cada uno de nosotros hemos sido advertidos por Dios a fin de que el día de su ira no nos tome por sorpresa. Dios quiere que todos vengan al arrepentimiento y a la fe en Jesús. Sin embargo, cuando Cristo regrese estoy seguro que de millones se dirá que murieron en vano, porque a pesar de todas las advertencias amorosas de Dios a través de su palabra, sus amigos y familiares, eligieron no hacer nada. ¿Estás preprado tú para encontrarte con el Dios creador del universo, el dador de la vida y que murío por tí a fin de darte vida eterna? Hoy es el mejor día para entregarle tu vida a Jesús.
© 2024 Dr. Jorge Oscar Sánchez | Instituto de Liderazgo Cristiano